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El Trujamán, revista diaria de traducción

El Trujamán, revista diaria de traducción

El destino

Por Carlos Fortea

No hay nada más deplorable para un traductor que enfrentarse a esos conceptos procedentes del mundo de la mercadotecnia que cada vez interfieren más en su trabajo. Se trata de conceptos ajenos a la esencia de su tarea que, sin embargo, pugnan por interferir en ella, llenando el universo de incertidumbres del trujamán de nuevas estrellas dubitativas.

Uno de mis conceptos favoritos es el de «público de destino». Favorito, en primer lugar, por sus reminiscencias mitológicas: la unión de público y destino parece dar a nuestro trabajo una importancia épica, se diría que el fatum va a intervenir de alguna manera, guiando nuestra mano sobre el papel hacia metas aún indefinidas pero inevitables.

Favorito, en segundo lugar, porque soy incapaz de establecer cuál es el público de destino de un libro. Si le preguntamos a un escritor para quién escribe, no creo que defina a sus lectores con lo que en mercadotecnia llaman un «perfil», sino que aspire a alcanzar el mayor universo abarcable de entre los posibles.

Favorito, en tercer lugar, porque… porque a pesar de no saber quién es, es inevitable tenerlo presente.

Me explicaré. Adelanto que no me cabe duda —y es de las pocas cosas que no me inspiran dudas— de que saber a quién se dirige hipotéticamente un libro en nada afecta a su traducción. No traducimos un para quién, sino un qué, y ese qué viene dado, nosotros no hacemos más que interpretarlo con lealtad.

Sin embargo, eso no significa que no haya puntos de conflicto. Incluso si pensamos que haremos caso omiso del famoso público, ese público va a hacerse presente, por ejemplo, en el momento en que nos sintamos tentados de poner una nota a pie de página.

Supongamos que en nuestro texto nos hemos encontrado con una alusión a un desconocido escritor alemán —desconocido, se entiende, para el lector español— llamado Ludwig Renn. La alusión es oscura, y podemos sentir la necesidad de explicar que Ludwig Renn fue, por ejemplo, miembro del Estado Mayor de la XI Brigada Internacional, que por eso en el texto se le relaciona con la guerra de España, que…

¿Qué? ¿Hasta dónde llevamos la explicación? ¿Hasta las fronteras de lo generalmente conocido? ¿Cuáles son las fronteras de lo generalmente conocido? ¿Es generalmente conocido que Renn y Hemingway colaboraron con Joris Ivens en el rodaje del documental Tierra de España? ¿Es suficientemente conocido Hemingway? ¿Y Joris Ivens?

La pregunta plantea de repente un abanico de interrogantes que sería más propio de un sociólogo que de un traductor. Valoramos —de forma arbitraria— que Hemingway es más que conocido, pero al hablar de Ivens consideramos tal vez oportuno precisar algo más. Hablamos de pasada de su militancia comunista y de que recibió el Premio Lenin. Pero el Premio Lenin ya no existe, tal vez tengamos que poner una nota dentro de la nota explicando a las jóvenes generaciones quién lo daba y qué significaba.

Pero tal vez las jóvenes generaciones no estén tan desinformadas como pensamos, y no precisen ser consideradas «público de destino» de una nota tan lerda. O tal vez sí.

La pregunta importante, en cualquier caso, es: ¿Quién es el traductor para tomar una decisión así? ¿Acaso el texto original lleva notas, salvo cuando alguien se arroga el derecho de convertirlo en edición crítica?

Preguntas, preguntas, preguntas. Nadie nos forma para responder a tantas preguntas. Pero todas están en nuestro texto.

Tal vez es el destino.

 

 

Sacado de : http://cvc.cervantes.es/trujaman/anteriores/marzo_11/16032011.htm